Siempre fui una chica de sangre
caliente, naci la Ciudad de Buenos Aires y me crie en el barrio de Villa
devoto. Ya desde muy niña solía tocarme mis partes más intimas, y recuerdo el
placer que me provocaba dicha práctica.
También recuerdo los retos y
penitencias que me imponían cuando me veían mis padres, luego a medida que
crecí fui perfeccionando la técnica y tomado los recaudos necesarios para que
no me descubran.
Creo que no tenia más de 10 años
cuando con una gran amiga, Susana descubrimos nuevas sensaciones auto penetrándonos
con el mango de un cepillo para el pelo.
A los 12 ya era una niña de lo más
desarrollada, mis pechos comenzaron a tomar forma y comencé a sentir como me
miraban los chicos y los grandes también. Susana vivía al lado de un vecino que
tendría unos 14 0 15 años, corría el año 76 estábamos en vacaciones de invierno
y realizando la pila de tarea que la maestra nos había dejado para que no nos
aburramos durante el receso.
Javier se ofreció a ayudarnos a
realizar la tarea, el ya estaba cursando la secundaria y nos seria de gran
ayuda. A poco de empezar con el trabajo me día cuenta que no dejaba de mirarme
los pechos, ante esa situación me comencé a calentar de tal forma que perdí la concentración
en la tarea y empecé a seducirlo. Javier estaba al palo, era mi oportunidad de
tener un acercamiento con alguien del sexo opuesto y no me la iba a perder.
Susana si bien era calentona, el
hecho de estar en su casa y la confianza que tenia con el chico, hacia que
mantuviera una posición distante. En un determinado momento le coloco una mano
sobre la pierna a Javier para ver qué pasaba, y creo que hasta escuche los
latidos de su corazón, el chico se quedo casi paralitico. Ahí me di cuenta de
que podía avanzar, pura intuición femenina, sabía que yo iba a controlar la situación
y manejarla a mi antojo.
Suspendí la tarea abruptamente
con el pretexto de que estaba aburriéndome, inmediatamente sugerí escuchar algo
de música practicar alguno de los pasos de moda. Ambos aceptaron al instante.
Pusimos el toca disco que Susana tenía en la habitación y comenzó mi acoso al
muchacho, escuchamos algunos Rock & Roll tratando de hacer algunas piruetas
y cuando pude acercarme al tocadiscos
coloque unos lentos, le pegue una apretada a Javier que todavía debe
recordar.
En esos tiempos una telenovela había
puesto de moda una canción, Fly , vuela y en el inicio de la novela había una
hermosa mujer bailando con un vaso de whisky
que por momentos los colocaba en sobre su cabeza con movimientos sexis,
y era el comentario de todos, a más de uno los ratoneaba mal. Yo lo sabía y en
cuanto ubiqué el disco lo hice sonar, mientras con un vaso imitaba los
movimientos de la protagonista, tanto Susana como Javier quedaron atónitos, fue
en ese momento en que lo invité al muchacho
a que se uniera con migo al baile; lo tomé del cuello, el era un poco más alto
que yo, casi ni se notaba la diferencia de altura, mi pelvis frotaba su miembro
y me di cuenta de que estaba duro, el me tomaba de la cintura y no se atrevió a
tocarme las nalgas, mis pechos se acercaban cada vez más a su pecho, por un
momento pude sentir como Javi me acercaba con fuerza s a su pene erecto, y sentía
como lo frotaba con mi pelvis.
Me comencé a mojar como loca.
Susana cambio el disco y ni cuenta nos dimos, en un instante entre movimientos
sutiles me di vuelta y sin pensarlo le refregué mis nalgas sobre su pene, el ahí
me sostuvo de la cintura, apretó un poco y rápidamente me alejó, cuando miré su
entrepierna tenía una soberana mancha en el pantalón, hoy puedo saber que en medio
de la franela no había aguantado y eyaculó.
Se fue al baño y con la camisa
afuera del pantalón aludió que se le estaba haciendo tarde y se fue raudamente,
con Susana nos quedamos perplejas no lo podíamos creer, el muy turro había acabado
y se fue de la vergüenza, dejándonos a las dos muy calientes. Tan calientes
quedamos que decidimos masturbarnos con un cepillo que “Su” tenía muy parecido
al mío, la calentura nos había corrido del eje, tanto que sin darnos cuenta estábamos
franeleando entre nosotras y terminamos besándonos profundamente.
Luego vino la culpa, esa maldita
culpa que nos invade después que hacemos algo placentero y que nos enseñaron
que era prohibido, no sé si alguna llegó al orgasmo, pero fue un momento inolvidable.
Después por varios días estuvimos sin hacer comentarios de los ocurrido, nos sentíamos
como si hubiéramos descuartizado a alguien y lo teníamos oculto bajo la cama,
cuando pudimos hablar del tema, quedamos en que no volveríamos a repetir algo
similar, convenimos que habíamos transgredido todos los limites.
Igual yo seguía caliente con Javier,
cada vez que recordaba que había tenido tan cerca mío un pene de verdad me corría un cosquilleo
desde el clítoris hasta lo más profundo de la vagina, e inmediatamente me
comenzaba a mojar toda.
Javier después de su furtiva eyaculación
mientras bailábamos nos evitó en todo momento, creo que por temor a que nos burlásemos
del él. Yo por mi parte seguía caliente con “Javi” sabía que lo podía manejar y
manejar la situación, y eso más me excitaba, lo cruce el los mes siguientes varias
veces pero a pesar de mi especial simpatía me evadía y solo se limitaba a decirme
chau.
Casi a fin de año después de que
las cases terminaron, nos juntamos con Javi en una fiesta en casa de una amiga
en común y ni hubo miras de acercamiento; entre tanto mis hormonas seguían a
toda máquina, mi cuerpo cambiaba día tras día, me miraba al espejo y mis pechos
crecían de forma inusitada, mi cintura se afinaba, ya a poco de cumplir los 13
media casi un metro setenta.
Me di cuenta de que mi cuerpo era
objeto de deseo de todo aquel que me viera, me comían con las miradas, se puede
decir que me estaba transformando en mujer y a pasos agigantados, ya me tenían en
cuenta no solo los chicos de mi edad sino que los más grandes y hasta algunos
tipos casados me decían cosas y pensaban en llevarme a la cama.
El verano pasó, se inició el
ciclo lectivo y yo comencé mi primer año en el Colegio Nº 19 Luis Pasteur, corría
el año 77, la escuela funcionaba en un edificio viejo y derruido, me costó
adaptarme ya que cambie de compañeros y de ambiente.
Una tarde a la salida del
colegio, mientras caminaba hacia mi casa con mis compañeras, me cruce con
Javier, me separé del grupo y nos fuimos caminando y conversando de cosas vánales.
Yo seguía caliente con “Javi” y como soy muy testaruda quería tener algo mas
con él, y se lo di a entender, lo besé suavemente sobre los labios y él respondió
dócilmente, así comenzamos una dulce relación, por mi parte estaba más
preocupada por satisfacer mis instintos sexuales que por ponerme de novia.
Comenzamos a salir, de los besos
suaves sutiles pasamos a comernos la boca, yo le desabrochaba la bragueta y metía
la mano dentro del pantalón y le frotaba el pene hasta hacérselo empapar en
esperma, mientras el se entretenía con mis pechos. Poco a poco en esas furtivas
sesiones de sexo lo fui llevando a que pierda el miedo a tocarme la vagina, con
temor y un poco de temor comenzó a tocarme y a partir de allí los dos nos íbamos
con las manos impregnadas en nuestros fluidos.
Así siguió la cosa, no pasábamos de
manosearnos, no recuerdo haber llegado al orgasmo en esos momentos pero todo
eso me causaba un placer enorme.
Después de varios meses y casi
llegando a fin de año me propuse que fuera él quien me penetrara, como soy
medio obsesiva, me puse a investigar para hacerlo de la mejor forma y no
arruinar el momento, me la pasé leyendo artículos en un libro que muy bien escondido
tenía mi padre en su biblioteca “La Respuesta Sexual Humana” un clásico de Máster y Johnson de los años 70
donde explicaban los distintos aspectos des relaciones sexuales. Después de
leer parte de ese libro me di cuenta que la cosa no iba a ser tan sencilla, deberíamos
cuidarnos de no me quede embarazada y para eso teníamos que comprar
preservativos y buscar un lugar seguro donde poder abandonarnos al sexo con
absoluta tranquilidad.
Luego de varias charlas en
nuestros encuentros sexuales cada vez mas subidos de tono, ideamos un plan para
hacerlo, minimizando los riesgos, como los padres de Javier trabajaban el
horario de la tarde era el más indicado, ya que su hermano mayor estaba
haciendo la colimba y por las tardes el estaba solo hasta las 6 de la tarde.
Una tarde de Diciembre, después de
hacer mil y una peripecias para comprar los venditos “Velo Rosado” me entregue
de pleno al muchacho. Para salir de casa a la una del medio día le dije a mi
madre que iba al colegio a buscar unas notas, así me fui hasta la casa de Javier
quien me esperaba ansiosamente.
No bien llegué me comenzó a besar
desesperadamente casi hasta dejarme sin aire, tuve que pararlo en más de una
oportunidad, pero el chico estaba desesperado por desvirgarme, y no entraba en
razones, se coloco el forro y con el pene erecto no encontraba por donde
ingresar, en ese mismo momento me estaba arrepintiendo de todo lo que habíamos preparado,
me dieron ganas de salir corriendo, pero él estaba fuera de sí.
Con toda calma tome suavemente su
pene y lo guié hasta el orificio vaginal, creo que penetró no más de 3 centímetros
y el pibe empezó a jadear como un perro y en menos de 20 segundos descargó toda
su artillería. Definir la situación como frustrante seria poco, fue un
desastre, me apretó tanto los pechos mientras quería penetrarme que me dejó
unos buenos moretones.
Lo peor vino después, el pibe quería
sangre, me preguntaba cómo era que no había sangrado si yo era virgen, lo que
no sabía era que posiblemente yo ya me había desflorado tocándome o cuando me
colocaba el mango del cepillo, y no todas las mujeres sangran, muy básico el
chico.
Me fui a mi casa sin pena ni
gloria, más bien frustrada, cuando le conté a Susana no lo podía creer… a veces
cuando lo recuerdo me muero de risa, ¿Cómo no me hice monja? Y pensar que el
boludo andará diciendo yo desvirgué a
Carla.
Muy bueno tu relato Carla, se ve que sos una mujer con mucha experiencia.
ResponderEliminarDivertido tu relato. me pude imaginar a javier y su ansiedad xD.
ResponderEliminarSaludos :)